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Vaginismo

Educación Sexual
DOLOR EN EL COITO. VAGINISMO. DISPAUREMIA
           El vaginismo es una disfunción sexual, además de una condición psicosomática, que sufren algunas mujeres, que impide que sus relaciones sean plenamente satisfactorias. Se trata de un fenómeno que consiste en la contracción involuntaria de los músculos pélvicos y del tercio externo de la vagina, que dificulta la penetración, haciéndola dolorosa y hasta imposible. Su origen no es meramente físico, sino que tiene un componente psicológico muy importante que limita la respuesta sexual femenina.

          El vaginismo es una de las dos razones más comunes de matrimonios no consumados. La frustración de no tener relaciones sexuales puede llevar a seria insatisfacción y discordancias maritales. Esta es una de las razones por las que resulta tan importante documentarse acerca de este problema y tratarse debidamente.

              Muchas mujeres saben que algo no va bien cuando mantienen relaciones sexuales y de forma refleja los músculos de su vagina se contraen. El vaginisno es una patología de origen psicológico que padece entre un 2% y 4% de la población femenina, lo que representa un porcentaje bastante elevado, según los expertos. No obstante, tras una terapia a cargo de un sexólogo, los índices de resultados positivos son de los más altos, llegando, incluso, al 100%. El miedo al dolor, ocasionado generalmente por desconocimiento y por falsas creencias, hace que este problema se mantenga durante años. De hecho, en muchas ocasiones sólo el querer tener hijos lleva a la persona a solicitar ayuda.

CAUSAS

Los expertos determinan algunas posibles causas de carácter psicológico o educacional:

            Miedo al dolor, propio sobre todo en las primeras relaciones.
            La falta de formación sobre sexualidad.
            Creencias religiosas muy conservadoras con recelo hacia el sexo, que provocan fuertes inhibiciones.
            Experiencias traumáticas en relaciones sexuales anteriores o agresiones sexuales.
            La falta de comunicación con la pareja.
            Miedo al embarazo.
            Temor a contraer enfermedades de transmisión sexual.
            
           Las causas orgánicas no son muy frecuentes. De todos modos, aunque sean el origen del vaginismo, acaban derivando en el aspecto psicológico. Por ello, pese a que el problema                          físico haya desaparecido, la disfunción continuará puesto que “la persona coge miedo a esa reacción de dolor y se produce lo que se denomina condicionamiento”, declara el sexólogo Arun Mansukhani. Entre estos motivos pueden citarse dolencias como una infección causada por una enfermedad de transmisión sexual que hace que la vagina se inflame; ovaritis; endometriosis, o la existencia de algún tumor. Es común también que aparezca un vaginismo secundario, que se refiere a los casos en los que la mujer siempre ha estado bien sexualmente y en los que de repente aparece el problema. Este vaginismo secundario suele darse después de un parto y tras una intervención quirúrgica en la zona genital, como por ejemplo para extirpar el cuello del útero. Sin embargo, este tipo de vaginismo tiene una incidencia muy baja: si la disfunción afecta a un 2%- 4% de las mujeres, el secundario no representa más de un 3% de ese porcentaje. El tratamiento en ambos casos es el mismo.

TRATAMIENTO

          En muchos casos las parejas con este problema confían en que sea algo pasajero y dejan pasar el tiempo o por vergüenza no se atreven a consultar al especialista, que en un primer momento suele ser el ginecólogo, aunque éste les derivará al sexólogo. Lo cierto es que no se trata de una disfunción que se solucione por sí misma, sino que necesita una terapia, sobre todo cuanto más tiempo pasa desde que el problema comienza hasta que se pide ayuda, según subraya Arun Mansukhani.

          Cuando esta dolencia va asociada a falta de orgasmo y trastornos de la excitabilidad la recuperación será más complicada, pero si el vaginismo es puro, Cabello Santamaría asegura que la eficacia del tratamiento es del 80% y en estos casos se consigue que las relaciones sexuales con penetración funcionen perfectamente.

          No hay medicamentos para solucionar este problema. En un primer momento, se puede intentar resolver haciendo que la persona se relaje y que el sexo deje de ser algo fóbico, para lo que deberá explorarse o masturbarse, introduciéndose, por ejemplo, lentamente un dedo, luego dos…, y tratando también de ponerse tampones. Si no se soluciona de este modo, se recurre a los denominados tallos de Hegar, que son unos dilatadores con los que la vagina se hace permeable.

          Así, el sexólogo informa de que tras relajar a la mujer se le introduce un tallo vaginal del tamaño de un dedo, tumbada boca arriba y después en cabalgada o en cuclillas. La primera vez suele hacerse en consulta para que sepa cómo hacerlo. Progresivamente, deberá ir probando con distintas dimensiones. El objetivo, tal y como asevera Mansukhani, es que “durante la terapia la vagina se haga permeable y la musculatura se acostumbre a no producir ese espasmo, al mismo tiempo que vaya incrementándose el placer”.

          Para que la terapia empiece a dar los primeros resultados positivos no se necesitan más de tres meses y para que se solucione el problema, entre seis meses y un año, dependiendo de cada caso particular. Por regla general, las sesiones empiezan con una periodicidad semanal o cada 15 días para pasar a ser mensuales tras el segundo o tercer mes de consulta. Dentro de las disfunciones sexuales, un vaginismo puro (no asociado a falta de deseo o trastornos de la excitabilidad) es, posiblemente, “el que mejor pronóstico tiene”, según el representante del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología.
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