Embarazo no deseado
Educación Sexual
EMBARAZO NO DESEADO
¿Existe
una mejor manera de enfrentar un embarazo no deseado? Analicemos las
diferentes opciones comunes, y algunas de sus consecuencias probables.
Opción del aborto en la adolescencia, una opción que no debiera contemplarse.
Frente a un embarazo no deseado en la adolescencia, es usual que se contemple
la posibilidad de un aborto. Si se piensa en el caso de una mujer que vive
con sus padres, quienes usualmente no tienen ningún conocimiento de la
actividad sexual de su hija, es siempre muy difícil para ella tener que
revelarles la existencia de un embarazo. Por lo general, la pareja es otro
adolescente, que no está en condiciones económicas para sustentar el hogar.
La situación es bastante difícil, y el aborto se perfila como una salida
inicialmente fácil frente al problema. En EE.UU. hay más de 1.600.000
abortos anuales; un porcentaje importante de ellos corresponde a
adolescentes.
Embarazo no deseado
Aun cuando numerosos países occidentales han legalizado el aborto, basta leer la
literatura en sicología y siquiatría (información científica internacional) para
darse cuenta de que esta alternativa que parece tan fácil inicialmente, no está
exenta de grandes costos.
Que el aborto produce daño sicológico es innegable; las secuelas no siempre se presentan inmediatamente después del aborto. Es frecuente que en un inicio, después de un aborto, haya una sensación de alivio, de haber eliminado el problema. Sin embargo, las secuelas en forma de depresión, angustia y culpa no tardarán en manifestarse a los meses y años después del hecho.
El aborto provocado es un acto que atenta contra algo que es central en la naturaleza humana: la maternidad. Un aborto no es comparable a una extracción de muelas, aun cuando algunos creen y desearían que así fuera, a juzgar por la liviandad con que abordan el tema. Es la destrucción deliberada de una vida indefensa e inocente, que además constituye una alternativa devastadora para la mujer y para la relación de pareja.
Lamentablemente, la opción más dañina, no pocas veces es propiciada por la pareja o los padres de la adolescente embarazada, sin atender a las repercusiones que dicha acción puede acarrear en la vida futura de los jóvenes y sus familiares (pensando en una solución que parece simple, rápida y fácil: pagar, eliminar “el problema”... y supuestamente olvidarse).
Opción del matrimonio adolescente
La paternidad implica asumir las responsabilidades inherentes al desarrollo físico y sicológico de un ser humano: alimentarlo, vestirlo, protegerlo, darle amor, seguridad y estabilidad; ser un modelo de identificación para él, desarrollar en el niño su confianza básica en el mundo y en sí mismo; darle el sentido del valor de su propia persona y ayudarlo a ser independiente, sobre la base de una sana autodisciplina. Cuando se contempla el matrimonio, la mayoría de las veces, tanto los adolescentes como sus padres, se centran sólo en el primer elemento: cubrir la subsistencia básica, y se olvidan del resto.
La prioridad que se asigna a los recursos materiales responde a que las posibilidades de un adolescente de poder alcanzar a cubrir sus necesidades mínimas a través de un trabajo, no son muy altas. Por tanto, aun cuando se casen, es frecuente observar que siguen dependiendo de los padres en lo económico, lo cual puede constituirse en una fuente de conflictos. La dualidad de la situación de vida que se produce en estas circunstancias, es una pesada carga para la pareja que comienza su vida en común.
Por otro lado, luego del impacto inicial y del trauma familiar que provoca la noticia del embarazo en los adolescentes, usualmente hay una presión familiar para que los jóvenes se casen. Esta presión suele adquirir matices bastante sutiles, expresándose por ejemplo, bajo la forma de un sinnúmero de facilidades para que se produzca un matrimonio a la brevedad: se les facilita a los jóvenes que vivan con algún familiar o se les arrienda una vivienda aparte, si las familias tienen los medios económicos. En otras palabras, se les allana el camino de tal manera que parecen no haber argumentos para que no se realice el matrimonio.
Es común que los matrimonios iniciados en la adolescencia se caractericen por un bajo nivel de satisfacción conyugal. La tasa de divorcios o de fracasos en parejas que se casaron con un embarazo en curso, es el doble de la que se produce en parejas que se casaron sin la presión sicológica de un embarazo.
La pareja matrimonial que nace en estas condiciones debe enfrentar demasiados problemas internos y del medio como para ser una alternativa segura.
Opción de la maternidad fuera del matrimonio
Otra alternativa es que la madre críe por sí sola al hijo, con las dificultades que esto entraña. Se presenta con frecuencia cuando hay una negativa por parte de algún miembro de la pareja (por lo general el hombre) a casarse formalmente. Pero, en nuestra sociedad, el nacimiento de un hijo de madre soltera ha estado rodeado de una atmósfera de hipócrita “vergüenza”, desigualdades frente a la ley y a la sociedad, sumado a una tácita reprobación social con consecuencias negativas para la relación madre-hijo.
Por tanto, la maternidad fuera del matrimonio es generalmente una alternativa por descarte. La cultura de la satisfacción no valora la valentía de estas mujeres que están dispuestas a enfrentar solas el mundo, permitiendo que nazca el hijo que llevan dentro.
Es como el último recurso de una madre, cuando no vislumbra otra posibilidad para salvar la vida de su hijo; le quiere tanto, que decide enfrentar sola a sus amigos, familia, sociedad, la “ley”, la falta de recursos económicos y lo que es peor, el frecuente abandono del padre de su hijo, que huye y se esconde como un cobarde. Millones de madres solteras son verdaderas heroínas anónimas, sin reconocimiento alguno.
Frente a tantas carencias maternas, el hijo padecerá otras tantas en su vida. Frente a esta opción, vale preguntarse: ¿Qué conviene más al hijo? ¿Qué es mejor para él, aunque cueste diferentes o nuevos sufrimientos a su madre?
Opción de ceder al hijo en adopción
La entrega en adopción implica una cuota de sacrificio en favor de ese hijo, puesto que sin lugar a dudas es una alternativa válida y positiva para el niño, por cuanto se le da la oportunidad de tener una vida familiar en un hogar en que va a ser recibido con ilusión, alegría, afecto, y con los medios adecuados.
Es triste constatar que aún hoy persisten prejuicios con respecto a la adopción. Hay gente que en su ignorancia cuando se les plantea el tema de la adopción, manifiestan una actitud negativa y prejuiciosa. Por desgracia, es frecuente escuchar comentarios livianos y descriteriados, como “hasta las perras acogen a sus crías”; lo cual, además de rebajar la maternidad a un mero instinto animal, hace aparecer la alternativa de la adopción como un escape fácil de las responsabilidades inherentes a la maternidad.
Nada podría estar más alejado de la realidad. La adopción no es una alternativa fácil para la madre biológica, como pareciera implicar ese tipo de comentarios. No es fácil llevar al niño nueve meses, dar a luz y después cederlo; es extremadamente doloroso.
La adopción, con todas las dificultades y el dolor que entraña, también conlleva beneficios para los padres solteros: la posibilidad de madurar, replantearse metas y construir un proyecto de vida que puedan cumplir en buena forma.
Es oportuno recordar que la infertilidad crece a nivel mundial por variadas causas, entre las que destacan las consecuencias de enfermedades de transmisión sexual y el uso indiscriminado de algunos anticonceptivos, que se comercializan y utilizan sin estar claras aún sus consecuencias físicas o sicológicas de mediano y largo plazo (¿o estarán claras para algunos comerciantes?), afectando especialmente a las mujeres. Según fuentes confiables, en Estados Unidos la tasa de infertilidad nacional crece un 500% cada 6 años. Obtener un hijo en adopción, demora entre 8 y 10 años en ese país.
Existe real necesidad de cada niño de este mundo; en todos los países hay centros especializados que preparan a la madre, la ayudan y reciben a su hijo para entregarlo luego en adopción a familias que los quieren y pueden cuidarlos.
Con frecuencia, lamentablemente las jóvenes madres optan por criar ellas mismas al hijo, aun sin contar con los recursos económicos o sicológicos que permitan hacerlo en buena forma. Algunas abordan su maternidad como forma de expiación de culpas inconscientes, asociadas a su conducta. Esta situación, a la larga resulta dañina para todos los involucrados, en especial para el hijo. Para evitar dentro de lo posible que se generen situaciones de este tipo, es aconsejable que las jóvenes busquen ayuda sicológica en instituciones especializadas, para poder tomar una buena decisión en el caso de un embarazo no deseado.
Que el aborto produce daño sicológico es innegable; las secuelas no siempre se presentan inmediatamente después del aborto. Es frecuente que en un inicio, después de un aborto, haya una sensación de alivio, de haber eliminado el problema. Sin embargo, las secuelas en forma de depresión, angustia y culpa no tardarán en manifestarse a los meses y años después del hecho.
El aborto provocado es un acto que atenta contra algo que es central en la naturaleza humana: la maternidad. Un aborto no es comparable a una extracción de muelas, aun cuando algunos creen y desearían que así fuera, a juzgar por la liviandad con que abordan el tema. Es la destrucción deliberada de una vida indefensa e inocente, que además constituye una alternativa devastadora para la mujer y para la relación de pareja.
Lamentablemente, la opción más dañina, no pocas veces es propiciada por la pareja o los padres de la adolescente embarazada, sin atender a las repercusiones que dicha acción puede acarrear en la vida futura de los jóvenes y sus familiares (pensando en una solución que parece simple, rápida y fácil: pagar, eliminar “el problema”... y supuestamente olvidarse).
Opción del matrimonio adolescente
La paternidad implica asumir las responsabilidades inherentes al desarrollo físico y sicológico de un ser humano: alimentarlo, vestirlo, protegerlo, darle amor, seguridad y estabilidad; ser un modelo de identificación para él, desarrollar en el niño su confianza básica en el mundo y en sí mismo; darle el sentido del valor de su propia persona y ayudarlo a ser independiente, sobre la base de una sana autodisciplina. Cuando se contempla el matrimonio, la mayoría de las veces, tanto los adolescentes como sus padres, se centran sólo en el primer elemento: cubrir la subsistencia básica, y se olvidan del resto.
La prioridad que se asigna a los recursos materiales responde a que las posibilidades de un adolescente de poder alcanzar a cubrir sus necesidades mínimas a través de un trabajo, no son muy altas. Por tanto, aun cuando se casen, es frecuente observar que siguen dependiendo de los padres en lo económico, lo cual puede constituirse en una fuente de conflictos. La dualidad de la situación de vida que se produce en estas circunstancias, es una pesada carga para la pareja que comienza su vida en común.
Por otro lado, luego del impacto inicial y del trauma familiar que provoca la noticia del embarazo en los adolescentes, usualmente hay una presión familiar para que los jóvenes se casen. Esta presión suele adquirir matices bastante sutiles, expresándose por ejemplo, bajo la forma de un sinnúmero de facilidades para que se produzca un matrimonio a la brevedad: se les facilita a los jóvenes que vivan con algún familiar o se les arrienda una vivienda aparte, si las familias tienen los medios económicos. En otras palabras, se les allana el camino de tal manera que parecen no haber argumentos para que no se realice el matrimonio.
Es común que los matrimonios iniciados en la adolescencia se caractericen por un bajo nivel de satisfacción conyugal. La tasa de divorcios o de fracasos en parejas que se casaron con un embarazo en curso, es el doble de la que se produce en parejas que se casaron sin la presión sicológica de un embarazo.
La pareja matrimonial que nace en estas condiciones debe enfrentar demasiados problemas internos y del medio como para ser una alternativa segura.
Opción de la maternidad fuera del matrimonio
Otra alternativa es que la madre críe por sí sola al hijo, con las dificultades que esto entraña. Se presenta con frecuencia cuando hay una negativa por parte de algún miembro de la pareja (por lo general el hombre) a casarse formalmente. Pero, en nuestra sociedad, el nacimiento de un hijo de madre soltera ha estado rodeado de una atmósfera de hipócrita “vergüenza”, desigualdades frente a la ley y a la sociedad, sumado a una tácita reprobación social con consecuencias negativas para la relación madre-hijo.
Por tanto, la maternidad fuera del matrimonio es generalmente una alternativa por descarte. La cultura de la satisfacción no valora la valentía de estas mujeres que están dispuestas a enfrentar solas el mundo, permitiendo que nazca el hijo que llevan dentro.
Es como el último recurso de una madre, cuando no vislumbra otra posibilidad para salvar la vida de su hijo; le quiere tanto, que decide enfrentar sola a sus amigos, familia, sociedad, la “ley”, la falta de recursos económicos y lo que es peor, el frecuente abandono del padre de su hijo, que huye y se esconde como un cobarde. Millones de madres solteras son verdaderas heroínas anónimas, sin reconocimiento alguno.
Frente a tantas carencias maternas, el hijo padecerá otras tantas en su vida. Frente a esta opción, vale preguntarse: ¿Qué conviene más al hijo? ¿Qué es mejor para él, aunque cueste diferentes o nuevos sufrimientos a su madre?
Opción de ceder al hijo en adopción
La entrega en adopción implica una cuota de sacrificio en favor de ese hijo, puesto que sin lugar a dudas es una alternativa válida y positiva para el niño, por cuanto se le da la oportunidad de tener una vida familiar en un hogar en que va a ser recibido con ilusión, alegría, afecto, y con los medios adecuados.
Es triste constatar que aún hoy persisten prejuicios con respecto a la adopción. Hay gente que en su ignorancia cuando se les plantea el tema de la adopción, manifiestan una actitud negativa y prejuiciosa. Por desgracia, es frecuente escuchar comentarios livianos y descriteriados, como “hasta las perras acogen a sus crías”; lo cual, además de rebajar la maternidad a un mero instinto animal, hace aparecer la alternativa de la adopción como un escape fácil de las responsabilidades inherentes a la maternidad.
Nada podría estar más alejado de la realidad. La adopción no es una alternativa fácil para la madre biológica, como pareciera implicar ese tipo de comentarios. No es fácil llevar al niño nueve meses, dar a luz y después cederlo; es extremadamente doloroso.
La adopción, con todas las dificultades y el dolor que entraña, también conlleva beneficios para los padres solteros: la posibilidad de madurar, replantearse metas y construir un proyecto de vida que puedan cumplir en buena forma.
Es oportuno recordar que la infertilidad crece a nivel mundial por variadas causas, entre las que destacan las consecuencias de enfermedades de transmisión sexual y el uso indiscriminado de algunos anticonceptivos, que se comercializan y utilizan sin estar claras aún sus consecuencias físicas o sicológicas de mediano y largo plazo (¿o estarán claras para algunos comerciantes?), afectando especialmente a las mujeres. Según fuentes confiables, en Estados Unidos la tasa de infertilidad nacional crece un 500% cada 6 años. Obtener un hijo en adopción, demora entre 8 y 10 años en ese país.
Existe real necesidad de cada niño de este mundo; en todos los países hay centros especializados que preparan a la madre, la ayudan y reciben a su hijo para entregarlo luego en adopción a familias que los quieren y pueden cuidarlos.
Con frecuencia, lamentablemente las jóvenes madres optan por criar ellas mismas al hijo, aun sin contar con los recursos económicos o sicológicos que permitan hacerlo en buena forma. Algunas abordan su maternidad como forma de expiación de culpas inconscientes, asociadas a su conducta. Esta situación, a la larga resulta dañina para todos los involucrados, en especial para el hijo. Para evitar dentro de lo posible que se generen situaciones de este tipo, es aconsejable que las jóvenes busquen ayuda sicológica en instituciones especializadas, para poder tomar una buena decisión en el caso de un embarazo no deseado.

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